Qué triste es mi guitarra cuando llora
el compás de la amarga petenera
que en su dolor, eternamente espera,
el beso de una nueva y dulce aurora.
Pero es de la alegría la señora
cuando una bulería reverbera,
llagando al corazón, de tal manera,
qué vida y ritmo por mi sangre aflora.
Versátil, cariñosa y complaciente,
mi guitarra andaluza, cual bandera,
proclama la grandeza de su gente.
Me embriaga del olor a su madera.
Y los cárdenos chorros de una fuente,
copian los trinos de mi compañera.