Desnudo de las cosas esenciales
y que un alma en su viaje no precisa,
después de comunión y larga misa,
invadí los espacios siderales.
Confiando en protecciones especiales
como premio por devoción sumisa,
me lancé a la conquista, de tal guisa,
que me estampé, en las rejas celestiales.
¡Pobre imbécil de mí! Como fui ciego.
Pretendiendo engañar al mundo entero,
hube de descender donde hacen fuego.
Mas debo confesar, siendo sincero,
que tomé mi castigo como un juego,
ya que allí soy, ¡Guardián de mi agujero!