Del árbol de tu vida, compañera,
pondré sus dulces frutos en mi boca,
por sentir en mi ser el ansia loca
y el ardor de tu alegre primavera.
Beber el agua fresca en la ribera
de tus carnosos labios -tierna roca-,
que es caudal que en los míos desemboca
y baja por tu talle a mi ladera.
Tu hálito como céfiro amoroso
me envuelve, y al compás de tus pestañas,
me arrulla con su verso más hermoso.
Porque siento tu amor en mis entrañas
con el fuerte, férreo y poderoso
fragor que azota el viento a las montañas.