Soneto acróstico
De la llaga del pecho lacerante
agua y sangre dejaste en el camino.
Redimiste de culpas mi destino
tomándome por fiel acompañante.
Olor de santidad, tu cuerpo amante,
derramas sobre mí, cual dulce vino.
Omnipresente zarza, suave espino.
Poderoso elixir y estimulante.
Oro porque la ofensa escarnecida,
retirar yo consiga, y tu indulgencia
acompañarme alcance de por vida.
Mas, no puedo dormirme en tu clemencia
olvidando la lucha sostenida.
Respetaré, el cumplir mi penitencia.