De largo y de satén la noche oscura,
con la luz de un lucero sobre el pecho,
se proclama la dueña por derecho
del placer, la traición y la locura.
La luna compañera blanca y pura
le escupe luminarias sobre el techo
que protege la cámara y el lecho,
en dispendio del goce sin censura.
¡Que el amor no son solo mariposas!
No es el canto de tiernos ruiseñores
o el perfume de pétalos de rosas.
El amor es: heridas y dolores,
y es, consuelo de lágrimas hermosas
recreando la vida en sus albores.