Estrepitoso, el rayo,
anuncia la tormenta
como un sevil lacayo
que a su reina presenta.
Mas no es el, el vasallo.
El es el que regenta,
provocando el desmayo
con la imagen que ostenta.
La luz de lo divino.
El fragor de lo inmenso.
La potencia sin tino.
Y Zeus que da el consenso,
esparce el desatino
sobre un orbe indefenso.