Dulce amor, dulce vida y dulce esmero,
que en la senda difícil de esta vida
me tomaste de amigo y compañero,
y tu amor me lo diste en tal medida,
que a mi alma enalteció, más que la cumbre,
en que el cóndor protege su guarida.
Yo conocí dolor y pesadumbre
mezclado con el frío y con el hielo,
sin sentir del amor la mansedumbre.
Pero ahora, se lava mi desvelo
en la fontana de agua cristalina
que refleja la gloria de tu cielo.