Estaba estremecida y temblorosa
como el agua de la ribera verde.
Igual que un pez cuando el anzuelo muerde.
Pero tersa, como una fresca rosa.
El arroyo entonaba el sonsonete
que de chico, aprendió en la vieja fuente.
Y la brisa ondeaba suavemente
pálpitos, de una niña y un cadete.
Qué ingenuidad, ternura ¡Y qué deseo!
Trémula edad que sueña el paraíso
con solo entrecortado manoseo.
Es bello, despertando los sentidos.
Es criminal, forzado y sin permiso.
Y hermoso en la vejez, por siempre unidos