Bello el jardín ostentaba;
y junto a su clara fuente,
un rosal verde y silente
su flor más bella le daba.
Grácil su rosa agitaba
-de un bello rojo oferente-,
un vientecillo caliente
que lujuria provocaba.
Luego, supe de un chamán
que aquella brisa de oriente
quemó al rojo talismán,
y desde entonces, la fuente,
canta con triste ademán
su copla con voz doliente.