Vi a la luna tranquila y reposada
sobre el obscuro lecho de la alberca.
Jamás vi una belleza tan de cerca
desnuda, pero siempre recatada.
A tocarla mi mano fue al espejo
del agua, en que yacía adormecida,
Ella, temblando, huyó despavorida.
Y yo, escapé, sorprendido y perplejo.
Experiencias tenemos en la vida
que nos hacen quedar por timoratos,
aunque tengamos planta de valientes.
Y es que, más vale una gesta comedida,
que pisarse el cordón de los zapatos
y acabar con la tierra entre los dientes.